Ministerio de Ciencia e Innovación

“In memoriam” Vicenç Ausina Ruiz, excoordinador del Programa de Investigación de Tuberculosis del CIBERES

Por: Pere Joan Cardona, jefe de Grupo del CIBERES. Hospital Germans Trias i Pujol. Badalona. | viernes, 19 de noviembre de 2021

El pasado 20 de octubre nos dejó Vicenç de golpe, como desenlace de un proceso neoplásico fulminante que lo sorprendió al inicio de la pandemia. Genio y figura, no nos quiso trasladar su sufrimiento en una época tan difícil, y por ello, su deceso nos ha impactado y nos ha dejado sin palabras. Lo imaginábamos pintando su querido Montseny, y escribiendo sus relatos literarios. Sus últimas palabras, para felicitar mi nueva posición, a principios de verano, fueron tan joviales como siempre. Nada permitía sospechar un desenlace tan funesto. Tan pronto. Hacía apenas cinco años que se había jubilado. Aunque había sufrido previamente algún achaque de salud, incluso grave, siempre salía victorioso. Parecía indestructible. Era lo que aquí llamamos un “homenot”. De presencia imponente, enérgico, vehemente, indomable, no pasaba desapercibido por dónde pasaba. Normalmente introduciéndose con un comentario agudo y una mirada penetrante, inteligente. Así lo conocí cuando inicié mi Residencia. Él también acababa de llegar a can Ruti, y estaba entusiasmado en su proyecto de ampliación del Servicio. Una ampliación ambiciosa, no tan solo física, sino conceptual. “Conceptual” era su palabra clave. Formado como internista, debutó en la especialidad en su estimado hospital de Sant Pau, que siempre llevaba marcado a fuego, y esta transversalidad le hizo un apóstol de la orientación claramente clínica de la microbiología. ¡No son muestras, son pacientes! Esgrimía. La otra orientación era la de la investigación y el desarrollo “avant la lettre”, que impulsó con fervor, erigiéndose en un auténtico paladín para dotar al Servicio con la mejor tecnología, que a la postre significó una de las palancas de transformación de todo el hospital. Un hospital que desde entonces se ha sentido seguro y confiado en manos de sus microbiólogos.

Su debilidad de base fueron los hongos, y sobretodo las micobacterias, un campo, este último, en el que sobresalió, creando una verdadera escuela e inspirando a muchos de nosotros, tanto al grupo de Marina Luquin, como al de la Unitat de Tuberculosi Experimental. Poco amante de viajes, sin embargo, siempre presumía de su relación con Francia y el Instituto Pasteur, en concreto con Hugo David, con quien había colaborado. Una relación que fue el detonante de mi estancia en la Colorado State University. Impulsor de Unidad de Investigación en Tuberculosis de Barcelona, fue un auténtico entusiasta del desarrollo de las primeras metodologías diagnósticas de la TB basadas en biología molecular y de los cultivos líquidos. Pero su actividad no se centró tan solo en este campo. Entre otros, promocionó de manera decisiva el diagnóstico virológico, tanto del VIH como, especialmente, de la Hepatitis C, a través del grupo liderado por Elisa Martró. Sus conocimientos eran vastísimos y su vocación era la de transmitirlos. Es por ello por lo que era un apasionado de la docencia. Su magisterio ha impactado numerosas promociones de estudiantes de medicina, a los que dedicaba mucha energía para intentar entender y a la vez disfrutar con sus motivaciones. Generó muchas complicidades con la mayoría de ellos, aunque sabía ser implacable con los menos esforzados.

Implicado a fondo en la reivindicación de una especialidad con un carácter eminentemente clínico, fue un decidido promotor de la especialidad de infecciosas. Su compromiso le llevó a ser presidente de la SEIMC. Compromiso que igualmente mantuvo con la sanidad pública y con el hospital, con el que siempre se implicó en su gobierno y en su definitiva transformación en un centro de referencia. Y, de hecho, en la enésima transformación del Servicio, con la conformación del Laboratori Clínic de la Metropolitana Nord, agotó su última energía. Hasta el punto de cambiar definitivamente de vida y enfilar su “jubilatio” al pie de la letra, con enorme alegría, concentrado a fondo en su nueva actividad artística, que siempre había admirado y cultivado parcialmente. Únicamente en su despedida pude notar un cierto aire de melancolía: “he hecho lo que he podido, si me he equivocado lo siento”.

Confieso que me sorprendió. Pero es cierto que hasta los grandes personajes atisban alguna vez el abismo y se estremecen. Y el fue un gran personaje. Pero, aunque parezca mentira también era mortal, como todos. Que le vamos a hacer. Es la única certeza.

No hay final si no hay olvido. No será el caso. Siempre estará con nosotros.

¡Salud, maestro!